TRIBUNA DE SALAMANCA/TATI BERMEJO
De junio a diciembre de 2006, cuando Finlandia presidió la Unión Europea, el Gobierno finlandés publicó las noticias y resúmenes de las distintas comisiones en las lenguas oficiales de la UE… y en Latín. Insólito, pero es que en ese país se venera la lengua de Cicerón, y curioso porque, según el informe PISA, del que tanto hemos oído hablar, Finlandia ocupa el primer puesto en el ránking y dicen que su sistema educativo es el mejor del mundo.
Además, los estudiantes pueden optar en los institutos por el Latín como lengua extranjera y al mismo nivel que el Inglés y el Francés. Ítem más: las noticias en Latín que emite la radio nacional escandinava tienen una audiencia de 75.000 oyentes.
A esto se llama en mi pueblo nadar contracorriente, ya que se trata de un territorio que no ha mamado a los clásicos, al contrario que este sacrosanto país nuestro, antes llamado Hispania. Tiene bemoles la cosa.
Y mientras tanto aquí, en Charrilandia, a muchos kilómetros de la gélida Escandinavia, seguimos chupándonos el dedo en medio del desinterés general por unas lenguas que llaman muertas, pero que son imprescindibles para el estudio de otros idiomas, que son una parte fundamental del patrimonio cultural en una sociedad mediática y cibernética en la que disminuye a pasos agigantados el capital intelectual y simbólico, y en la que se están amputando miserablemente los beneficios sociales de los estudios humanísticos.
Vivimos en una sociedad en la que se discrimina todo lo que huele a viejo y lo que a primera vista no sirve para nada, porque no se entiende. Una sociedad frívola hasta el punto de que los padres ponen en mano de sus retoños un balón o una raqueta para que Ronaldín o Nadalito les retiren un día de la porca miseria en la que sobreviven. Parece que el esfuerzo sólo se valora si va acompañado de una tableta de chocolate en los abdominales, una cara bonita a golpe de cirugía y muchos millones en el banco.
Con esta filosofía hedonista y superficial, no es de extrañar que sólo a una minoría le interese lo que está ocurriendo a muy pocos kilómetros de aquí, en algunos institutos de Enseñanza Secundaria de la provincia, donde los bachilleratos de Ciencias están engullendo a marchas forzadas a los de Humanidades, ante el pasotismo de la Administración.
Los alumnos de Cultura Clásica, de Latín y de Griego, que ya de por sí pueden contarse con los dedos de una mano, son a menudo manipulados por los propios centros para que elijan otras asignaturas. La razón no es otra que el escaso número de aspirantes. Son tan pocos, que a los institutos no les sale rentable poner un aula y unos servicios básicos a su disposición. Lo más chocante es que esos centros tienen magníficos profesores especializados en estas materias, pero que se ven obligados a impartir otras asignaturas para cumplir con su cupo de horas lectivas. Parece, según la Ley, que sólo es obligatorio transmitir esas enseñanzas si el número de alumnos es, al menos, de ocho. En caso contrario, se debe apelar a la permisividad de la autoridad competente.
Las cosas han llegado en la provincia hasta el extremo de que hay alumnos que se han visto obligados a cambiar de asignatura y otros aquí, en la capital, que han tenido que recibir clases de Griego en un instituto que no es el suyo. Pero, ¿qué ocurre en los pueblos donde sólo hay un centro educativo? Muy fácil, puesto que estudiar Cultura Clásica, Latín o Griego es de frikis, se les quita la idea de la cabeza y punto. Total, son adolescentes a los que se puede manejar con mucha facilidad; total, son lenguas muertas, ¿para qué sirven? ¿a quién les interesan? Lo que hay que estudiar es Informática, que da dinero y es muy útil.
Algo huele a podrido en el sistema educativo español.